¿Te echarán de menos?


Como aquel jugador que mantiene el equilibrio en el vestuario de un equipo de fútbol, mientras su técnico acude a las ruedas de prensa. Existen varios tipos de empleados. Está el trepa, el pelota, el relaciones públicas, pero luego está el trabajador que pasa desapercibido o el conocido también por el líder oculto. Aquel que cuando está en la oficina no se deja ver pero que cuando se va de vacaciones por sorpresa – porque cuando lo hace no alardea de ello –, se le echa mucho en falta. Esta clase de profesionales son como la salud: la valoras cuando no la tienes.

El líder oculto se identifica por formar parte de organizaciones horizontales, aquella que proporcionan un gran número de áreas en las que se puede contribuir. Este tipo de rol laboral escucha a las personas en todos los niveles, una de las mejores características que lo definen. Escuchar. “La primera responsabilidad del líder es definir las metas. La última es dar las gracias. En medio, el líder es un sirviente”, dijo Max DePree, fundador de Herman Miller.

Como hormigas van desarrollando su trabajo, característico por ser lineal, con un progreso lento pero estable. Hay quien dice que el trabajador oculto no sale de su zona de confort y por eso disfruta de ese equilibrio. No arriesga y por ello no es popular. Hace lo que tiene que hacer para que todo funcione siguiendo el principio de la conformidad.

Corresponde a un modo de ser, tiene una razón ética, ya que se trata de aquellas personas que no quieren ocupar el primer lugar por humildad y prefieren dar juego a otros. Pero también pueden seguir esta determinada conducta por un motivo táctico o estratégico. Se puede dar la siguiente situación: el profesional decide ser invisible porque en un momento de su carrera le conviene tener un perfil bajo para luego dar el salto.

Teniendo claro su significado no es raro preguntarnos antes de irnos de vacaciones o cambiar de trabajo, qué tipo de empleado somos. ¿El que pasa desapercibido o aquel que resulta imprescindible para la organización? Ni tanto ni tan calvo. Hay que encontrar un equilibrio. Como dijo una vez la mujer del César: «no sólo hay que serlo sino parecerlo».

Ray Tomlinson creó en 1971 del primer correo electrónico como modesta ayuda para su trabajo y compañeros. Ni siquiera registró la patente de su invento, ni imaginaba que su idea podría llegar tan lejos.

Si dejamos de hacer nuestra tarea por un tiempo, la empresa debe seguir funcionando igual, lo único que sin el valor extra que podríamos darle nosotros. Ahí es donde se nota nuestra labor, nuestro carácter que hace única a nuestra manera de decidir y hacer las labores del día a día. ¿Y qué aportamos a la organización que nadie más aporta? ¿Cuál es nuestro talento que nos hace imprescindibles? Tendremos que averiguarlo y ponerle valor. Nuestro trabajo debe hablar por sí sólo. Algo más difícil para los que trabajan con los, a menudo cuestionados, intangibles. Esto implica que exista un habitual feedback con nuestro superior.

Nuestras tareas estarán bien valoradas si también dejamos un buen plan de contingencia. No caer en imprevistos e irnos con la tranquilidad del trabajo bien hecho, significa profesionalidad y entonces podremos presumir de nuestro trabajo. Es lo que aportamos a la compañía, cuyo objetivo es el nuestro. Todo tiene que funcionar con el suficiente engranaje como para que nos echen en falta sólo a la hora del café.

Además, ser prudente con lo que se alardea también nos acarreará menos problemas en el futuro. Quien va contando sus éxitos, puede ir generándose enemigos envidiosos que se aprovechen del presumido en sus momentos más débiles.

Sin embargo, es importante que haya un motivo inteligente para pasar desapercibido, ya sea una estrategia o bien esa razón ética que impulsa a los demás. De lo contrario, quedar en el segundo plano nos convertirá en un trabajador gris, sin apenas trayectoria ni opciones para evolucionar personal y profesionalmente. Se hace imprescindible una buena comunicación si queremos salir de esa oscuridad. Elegir bien los canales e interlocutores es importante para definir una estrategia y siempre que partamos de una comunicación proactiva del trabajo que realizamos. Con ella saldremos de esa excesiva modestia que nos mantiene en la oscuridad.

El anonimato está bien en el reconocimiento público pero dentro de nuestra empresa puede ser un impedimento para que nos confíen nuevos retos. El empleado que pasa desapercibido corre el riesgo de que no se le confíen nuevos retos, a pesar de ser una pieza clave del puzzle.

Para romper con esto es aconsejable que el trabajador invisible se aleje del concepto back-office y que averigüe cuáles son los objetivos principales de la estrategia de su empresa, los pasos que se están dando para ello, los canales y los planes de futuro en donde se está trabajando más. En definitiva debe conocer las líneas estratégicas de su compañía para compartir el mismo lenguaje con sus colegas y practicarlo. Poder tomar iniciativas que ayudan a cumplir ese objetivo y por sí sólo hacerse notar, a través de su talento. Ser proactivo y comunicarlo. Plantear soluciones no sólo problemas: ‘éstos no son problemas porque hay estas soluciones’. Hay que sacar valor de nuestro trabajo. Lo que significará una satisfacción que ayudará a impulsar nuevos logros.

Aunque se debe tener especial cuidado para no sobrepasar la delgada línea entre arrogancia y confianza en uno mismo. Debemos mantener el equilibrio entre los dos conceptos.

A pesar de todas las instrucciones posibles y caminos para hacernos más prescindibles, esta clase de profesional ‘oculto’ se hace precisamente indispensable para que el engranaje funcione, para que todo fluya. Y resulta incuestionable su labor en el equipo de trabajo. Hay personas que uno de sus talentos es este, la de trabajar en las sombras pero con luz propia.


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