Liderazgo deportivo en la oficina


Es habitual encontrarnos con multitud de comparaciones entre equipos de trabajo y equipos deportivos. Son muchos los conceptos que se comparten entre ambos. Formar parte de cualquiera de los dos, o incluso de los dos al mismo tiempo, ayuda a desarrollar capacidades comunicativas, colaborativas, de compromiso y responsabilidad, entre muchas otras más que podemos encontrar, por ejemplo, en nuestra Selección de baloncesto. Unas ventajas de las que no sólo sus componentes se benefician sino que también proporcionan un valor muy significativo para el directivo, como lo fueron, en este caso, Sergio Scariolo y Pau Gasol en el pasado Eurobasket.

Además, contar que se pertenece o se perteneció a un equipo deportivo se convierte en un buen recurso que nos ayude posibles procesos de selección. Con ello demostramos la habilidad de definir estrategias y desarrollarlas en un plan de acción, optimizar medios y recursos disponibles, innovar, saber transmitir ideas, persuadir y crear relaciones de valor.

La unión entre las individualidades favorece el crecimiento de las mismas. Un concepto al que están ligados otros fenómenos como la planificación, organización, dirección colectiva, y compromisos compartidos. No obstante, no nos olvidemos de la responsabilidad que cada miembro tiene en su pequeña parcela. Por ello, existirá un líder común, pero también un conjunto de pequeños líderes que deben adquirir sus propias responsabilidades.

Como en la vida deportiva, el ámbito empresarial está plagado de conceptos muy útiles para el desempeño de la función del buen líder. Atendemos a un ejemplo a seguir, que nos explicará la estrategia global de nuestra labor, para y por la empresa o el equipo deportivo. Sin embargo, con el fin de materializar esos objetivos comunes, el individuo debe marcarse sus propias metas. Todas esas diferencias que complementan al grupo, hay que gestionarlas. ¿Cómo? Con algunos de los ingredientes básicos que todo buen liderazgo se precie.

Empatía, humildad, compañerismo, saber sobreponerse a las derrotas y sobre todo, ser conscientes de que el éxito va y viene. Tan pronto estás en lo más alto como a la semana siguiente, e incluso de un día para otro, caes en picado. Y sino que se lo pregunten a Martin Winterkorn, ex ahora presidente del Grupo Volkswagen. Saber sobrellevar estos imprevistos es fundamental. De ellos se aprende, pero una vez te das contra sus muros hay que saber encajar el golpe. Y esto sólo se consigue cuando se tiene un verdadero espíritu deportivo.

Nunca hay que subestimar el poder del rival, así como el de la competencia. Una actitud que mantiene en pie y ‘con los pies en la tierra’ al equipo de trabajo o deportivo.

En un equipo nadie es más que nadie, así como nadie es menos que ningún otro. Esa es la mentalidad que hace fuerte al grupo. Cada miembro exprime sus competencias porque sabe que son parte esencial del colectivo.

Por todo esto, son muchas las empresas que ya implantan en sus políticas de desarrollo de personas actividades relacionadas con el mundo deportivo en equipo. A veces, la única manera de que un directo se de cuenta de si está haciendo bien su trabajo de cara a sus empleados, es pasarse a jugar un partido con ellos en una cancha de baloncesto por ejemplo. En ella, sabrá quienes son las personas en las que hace falta desarrollar su confianza, los trabajadores que deben comunicarse mejor o las personas que peor feeling tienen con el grupo, los auto-responsables, aquellos que realizan una buena gestión del tiempo, y sobre todo, si él mismo gestiona adecuadamente todas las particularidades que cada individuo. Un partido son unas dos horas, lo que supone tomar decisiones rápidas que se ejecuten a corto plazo. Por eso, el partido de baloncesto de un equipo de trabajo se trata de una práctica muy saludable en la que se pueden trasladar las actuaciones empresariales que requieren más tiempo. Sobre el parqué se ejecutará un ejemplo reducido, con un riesgo empresarial casi nulo, del trabajo que se desarrolla en la oficina a diario.

 

Un buen líder al desnudo


La excelencia en el liderazgo significa el aprovechamiento de todos los recursos disponibles para potenciar al máximo el talento del equipo. Para llegar a ello, el líder deberá administrar adecuadamente sus conocimientos, así como las conexiones de sus diferentes experiencias.

El buen líder se compromete a mantener una escala de valores como verdad, justicia y ética. Aplicando cada uno de ellos dará ejemplo a los demás para así despertarles estos mismos principios. Sin embargo, ¿cómo actúa verdaderamente la mente de un gran líder?

Según el escritor norteamericano, Cullen Hightower, «la sabiduría es lo que queda después de haber agotado las opiniones personales». Y es que según los expertos, la mente se divide en dos niveles, el inferior y el superior. El primero se refiere a la lógica, la analítica de los hechos y el pensamiento mecanicista, mientras que el segundo nivel trata la parte más emocional, la relacionada con la intuición. La buena gestión de ambas partes es lo que se transforma en excelencia.

Por este motivo, los buenos líderes conectan los dos niveles para entender mejor el funcionamiento de los hechos gracias a la intuición y, básicamente, a la correcta aplicación del sentido común. A partir de ahí, se despierta en ellos una de las mejores fuentes para avanzar: la curiosidad. No consiste en acumular experiencias, sino en aprender de todas ellas. Sacarles partido y familiarizarse con el uso de conexiones, con las que se reconozcan tendencias o patrones a seguir.

De este modo, el líder obtendrá numerosas razones por las que inspirar a los demás, tomar la iniciativa, gestionar decisiones y recursos, motivar, evaluar e incentivar a su equipo de trabajo para lograr los objetivos puestos en común por la compañía.

La confianza en sí mismo resulta un apoyo muy sólido a todos los conocimientos que ayudarán en tomar decisiones firmes. Por eso se convierte en una de sus mejores armas. Solo así podrá transmitir la misma tranquilidad a sus colaboradores. Asimismo deberá ser flexible en las estrategias o formas de trabajo que su equipo requiera, dependiendo de la meta a seguir.

Resulta imprescindible que uno de los principios básicos del buen líder sea la comunicación abierta para sus empleados, y entre todos los miembros del equipo. Hay que explicarles hacia dónde van, qué es lo que hacen cada día y por qué. Mantener un feedbak sano y continuo es una de las mejores técnicas de motivación que existen. Además, reconocer el trabajo de los demás y ofrecerles oportunidades se hace casi indispensable para mostrar el interés hacia su equipo. ¿Cómo se consigue? Empatizando con ellos. Saber escuchar y preguntar. Precisamente, en una de nuestras recientes entrevistas, Sandra Gracia Fano, directora corporativa de Recursos Humanos de Imaginarium, sostiene que «una de las mayores barreras en los equipos multiculturales es la falta de empatía y la capacidad de escucha».

Todo esto no se sustenta si no es capaz de retroalimentar su aprendizaje. Lo que quiere de decir es que el buen jefe de equipo debe estar siempre dispuesto tanto a dar lecciones como a recibirlas.

Hora de comunicar un error a un empleado


A menudo las empresas comenten fallos por la mala gestión, ya sea de empleados como de directivos. La organización está formada fundamentalmente de capital humano por lo que es inevitable que en algún momento se escape algún hilo. La mayoría de estos errores se enmarcan en el uso indebido de datos privados de la propia organización.

Según el informe Riesgos de Seguridad en las Empresas Españolas realizado por Kaspersky Lab y B2B International, el 80% de los incidentes de seguridad TI de las compañías españolas los causaron los mismos empleados. Y es que según el CISCO, la mayoría de estas incidencias viene dada por el uso no autorizado de las aplicaciones de la empresa. El 70% de los profesionales de TI cree que dicha utilización fue responsable de hasta la mitad de los incidentes de pérdida de información en su empresa.

Pero, ¿cómo debe un líder afrontar este contratiempo? Una de las tareas más difíciles de todo jefe de equipo es, sin duda, la de tratar con sus colaboradores. Y más cuando alguno de estos ha cometido un error. Por supuesto, dependiendo de la gravedad del mismo se tomarán una u otras medidas, más o menos drásticas.

Lo primero que se debe hacer es detectar acertadamente cuál ha sido el fallo y el origen del mismo. No se puede ir a la primera de cambio. Por eso es importante tener la mente fría, e incluso esperar al día siguiente si es necesario. Lo que es evidente es que hay que comunicarlo. Nuestro empleado debe saber qué ha pasado para en un futuro remendar el error.

En esta fase de analizar las circunstancias, es conveniente indagar por si el fallo viene dado por una mala comunicación o una incorrecta gestión de las órdenes dadas. La mayoría de los conflictos laborales se producen debido al inadecuado entendimiento. Además, si podemos investigar estas causas sin cuestionar o involucrar a más miembros del equipo, mejor. Ya que si el error no tiene demasiada importancia, evitaremos darle más de la necesaria.

Antes de iniciar la conversación con el empleado es importante ir a la reunión sin llevar conclusiones hechas. Se trata de un diálogo, de encontrar el por qué del fallo, no de echar la charla sin más. Esta conversación será el medio para conseguir un cambio de actitud o de conducta, no el objetivo en sí.

Es recomendable que la reunión sea desarrolle en privado. No consiste en dar lecciones al resto, ni poner en evidencia a nadie. De esta forma evitaremos que se produzca el efecto contrario.

En el momento de comunicarle el fallo hay que ser concreto, ir al grano. Y sobre todo, directo y preciso. El buen jefe de equipo se centra en la tarea no en la persona, evitando así los calificativos. Es más el uso del “hacer”, que del “ser”. Una vez expuesto el mensaje, es el momento de escuchar. En este punto se debe conseguir que el empleado reconozca el error con sus propias palabras. Tomaremos notas y rebatiremos basándonos en datos específicos.

Una vez expuestos los dos argumentos, es momento de darle una solución. Ésta es mejor que se tome conjuntamente si es posible. Le haremos partícipe y responsable de acto cometido. Siempre apoyándonos en objetivos realistas, en muchas ocasiones es conveniente explicar el porqué la empresa hace de tal forma las cosas. Igual no lo entendió bien en un principio, por ello se recomienda darle un sentido al método que emplea la organización para llegar a sus objetivos. Con ello, buscamos conseguir el compromiso del trabajador y la confianza en ambas partes.

Para consolidar el pacto psicológico que se ha generado con dicho feedback, la reunión se debe cerrar de una forma positiva, generando una mayor motivación en el empleado. Si es preciso, se pueden recoger los acuerdos pactados en una acta, dependiendo de la gravedad del asunto tratado.

Puede darse que el error sea del propio directivo, por lo que reiteramos la importancia de no obtener conclusiones precipitadas. Una mala gestión o otorgando responsabilidades inadecuadas a ese miembro pueden derivar en errores que no le señalan a él. Recordemos que en ocasiones quien no comete un error es porque no lo ha intentado.

Lo que nunca se debe delegar


El mercado es imparable. No conoce descanso, ni playa, ni vacaciones ni sabe lo que es relajarse ante un buen libro en una tumbona. Y sólo lo podemos combatir con una posible y potente herramienta: delegar.

Sin embargo, a nadie le gustaría volver de vacaciones y encontrarse con que el inversor aquel que estaba a punto de caramelo decide dar un paso atrás por una mala gestión, o que se ha contratado a un directivo que no encaja con la cultura de la empresa.

El miedo a ser reemplazado, la desconfianza o simplemente por una cuestión de ego puede llevar muchas veces a no delegar la tareas en época de vacaciones. Nos gusta sentirnos imprescindibles para que todo marche adecuadamente. Incluso, ese temor por ser sustituidos por otro compañero hace que muchos prefieran no compartir cierta información privilegiada, haciéndonos dueños y señores de la solución a cualquier problema.

«La clave es saber delegar y compartir con el resto del equipo el espíritu de trabajo conjunto. En España muchos cargos con responsabilidades prefieren no compartir algunos datos por temor a que alguien les pueda quitar el puesto. Es una mentalidad antigua que hay que superar», señala Simon Dolan, director de la Cátedra el Futuro del Trabajo de ESADE y autor del libro Autoestima, estrés y trabajo (MacMillan, 2005).

Para ello, la clave está en la confianza. Y es que si no existe confianza en el equipo de trabajo, el periodo vacacional puede convertirse en un infierno. Para muchos, esos días de descanso pueden ser productivos para reflexionar sobre nuevos horizontes para la empresa, pero sin estar implicado en las tareas diarias de la organización.

Un ejemplo, podría ser el caso de la consultora tecnológica Neoris. Con más de 3.500 empleados en todo el mundo – 750 de ellos en España, tiene como máxima no molestar a los trabajadores durante las vacaciones. En 2011, la alemana Volkswagen aprobaba que su personal no recibiera correos electrónicos corporativos fuera de la jornada laboral. Un bien común que sólo se consigue delegando. Pero ¿cómo gestionamos este recurso? ¿Qué tareas ponemos en la cesta para que las realicen otros? ¿Cuáles son los pilares de la organización que más debemos cuidar, sólo por nosotros mismos?

Uno de los puntos claves que más debe mimar el CEO por él mismo, es la relación con los inversores. Es importante ocuparse de todas las conversaciones estratégicas que pueden ayudar a dar el sí para cerrar fusiones, nuevos socios o inyección de capital extra.

Ocuparse de las decisiones más difíciles como puede ser un proceso de compra o venta de acciones, por ejemplo. Aunque en muchas ocasiones estas medidas es conveniente que estén respaldadas por un equipo de asesores, al final la última palabra está en las manos del CEO. Por ello, se debe evitar propagar información innecesaria que pueda perjudicar el ambiente y la estabilidad de la empresa. Y es que existen decisiones que sólo tu equipo de confianza debe saber.

El líder de cualquier organización va a marcar la cultural empresarial que establezca la armonía y los cimientas de la misma. Él es el significado y embajador de esa marca única. Por eso todas aquellos ideales, convicciones y éticas sólo los puede dar el CEO.

El reclutamiento y evaluación de directivos también es conveniente que esté supervisado por el CEO. Los directivos deben saber de quiénes se rodea. Si bien los procesos de selección pueden estar en manos de expertos, la última etapa, como es la contratación, es importante que esté a cargo del directivo ejecutivo.

Por último, la aprobación y difusión de reglamentos internos de la empresa es tarea que no debe ser delegada. Los empleados deben saber de primera mano qué es lo que se hace y por qué se está haciendo. Ahí es donde mejor actúa un buen líder.

Cinco puntos clave para que nada se escape mientras disfrutamos de unas, merecidas o no, vacaciones. No es cuestión tanto de delegar las funciones adecuadas, como de marcar las pautas necesarias para que todo siga igual de estable y consolidado.

«Algunos prefieren no encontrarse con mil correos a la vuelta de las vacaciones y otros simplemente quieren que les dejen en paz. Un buen líder debe conocer las necesidades y las rutinas de trabajo de su equipo y adaptar el modus operandi que se sigue durante las vacaciones a esas características». Así lo afirma Maite Moreno, directora de la consultora Monday Happy Monday, quien añade que la tendencia global es dar libertad a los empleados para que ellos decidan de qué forma quieren trabajar. «Es una cuestión generacional. Los millennials (los que ahora tienen entre 18 y 33 años) son nativos digitales y están constantemente consultando todas las entradas de información. No ven diferencia entre el trabajo y la vida personal; con la tecnología todo se difumina», señala. «No sucede lo mismo con los mayores de 50 años», continúa. «Las empresas deben ser capaces de conocer muy bien qué tienen dentro y dar respuesta a eso».

¿Qué hacer si un miembro de tu equipo te decepciona?


«El precio del éxito es el trabajo duro, la dedicación total y la determinación de que ganemos o no, hayamos aplicado lo mejor de nosotros a la tarea que tenemos entre manos.» Vince Lombardi.

Decepción. Ya de por sí suena a burla, engaño y mucho desencanto. A nadie en este mundo le puede gustar decepcionar ni ser decepcionado. Supone una brecha en la confianza entre personas, una cualidad que se debe cuidar en todos los ámbitos ya sean laborales o personales. Cuando se decepciona se pierde esa oportunidad de haber creído y apostado en y por alguien.

Por ello, el que hizo el daño debe ser considerado y transmitir fortaleza y seguridad al que ha dañado. No poner más trabas al nubarrón que ya de por sí generó. Si hay dudas, deben desaparecer. El responsable de lo decepcionado es fundamental que no se justifique y asuma el error, pero no sólo quedarse ahí. Debe hacer todo lo posible por disipar la desconfianza creada.

El buen líder, todo esto lo apreciará y valorará. No es plato de buen gusto encontrarse con un miembro de tu equipo que no sólo no cumple con tus expectativas, sino que además su actitud es la contraria a la esperada.

Y es que el director de orquesta exige tanto para él como para los demás. Así pues, no es de extrañar que a muchos directivos les pille de improviso y no sepan cuál es la reacción adecuada para poner solución a la brecha generada.

En primer lugar, no alarmarse. Tómate unos minutos antes de entablar una conversación con él. En ella, es importante transmitir claramente qué es lo que se esperaba y los resultados finalmente obtenidos. Sin embargo, en esta fase clave, muchos líderes reaccionan de una manera errónea. Suelen descargar el enfado y transmiten negatividad e inseguridad en el ambiente de trabajo, lo que emborrona aún más el desastre.

Ante todo, evita frases como: “Que sea la última vez”, “¿Acaso no haces nada bien?”, “Para eso te pago”, “No lo entregues hasta que no lo hagas bien o Tienes suerte de trabajar aquí, en otros lados…”.

No es tanto buscar al culpable como encontrar la solución más adecuada. Y, sobre todo, evitar a toda costa una actitud violenta. Cabeza fría a la hora de pensar. «Una mente fría al servicio de un corazón caliente», dijo una vez el economista Paul Samuelson.

Todo para llegar a un fin: sumar y no restar. Se trata de reparar el daño, de buscar mejoras, por eso el buen líder deberá preguntarle qué pudo haber fallado. ¿Necesitaba algo que no estaba en su mano? ¿Cómo fue la comunicación en el equipo? ¿Hecho en falta algún factor que impidió ese engranaje? Cuestiones perfectamente aplicables también para el propio directivo. Con ellas, se generará una mayor confianza lo que ayudará al equipo en su conjunto y por consiguiente al resultado de su labor, que es en definitiva, para y por lo que se trabaja.

Siete consejos para ser un buen director de orquesta


Si te estrenas como líder de equipo o llevas poco tiempo dirigiendo un proyecto quizás te estás preguntado, ¿qué es exactamente ser un líder? o ¿cómo puedo sacar el máximo partido a mi nuevo rol? Aunque la respuesta a estas preguntas dependerá en gran medida de la empresa en la que trabajes, aquí tienes siete consejos que pueden ayudarte a gestionar con éxito tu equipo y tu trabajo:

  • Reparte de manera justa las tareas. Uno de los roles principales de cualquier líder consiste en distribuir el trabajo. No muestres preferencias por ninguno de los miembros del equipo, trata de asignarle a cada uno aquello que creas que pueda gestionar mejor o deja que ellos elijan la tarea donde a priori puedan aportar más valor.
  • Predica con el ejemplo. Actúa como te gustaría que lo hiciera tu equipo. Evita que se generen cotilleos sobre otros compañeros y trata de solucionar los problemas que surjan entre ellos.
  • Participa en todas las tareas, también en las menos agradables. Tu equipo valorará que te impliques en cualquier tipo de trabajo, también en aquellas labores más difíciles o aburridas.
  • Tomas las decisiones complicadas. Aunque generalmente no tendrás la autoridad para despedir o contratar personas, eres el responsable del éxito del grupo y por ello debes hacer las recomendaciones pertinentes a quienes sí tienen esa autoridad. Es importante que participes en la toma de decisiones que afecten directamente a la composición de tu equipo de trabajo.
  • Sigue las directrices marcadas por tu empresa. Aunque en ocasiones quieras hacer excepciones con respecto política de actuación de la compañía, no des ese paso sin consultarlo previamente. De esta forma evitarás problemas legales para ti y para tu empresa.
  • Sé feliz. Puede parecer innecesario pero tu estado de ánimo afecta directamente al trabajo del grupo. Si tienes una actitud positiva y creas un buen ambiente tu equipo trabajará mejor.
  • Apoya siempre a los miembros del equipo. Celebra sus éxitos pero apóyales también en sus fracasos. Recuerda que los errores sirven también para aprender y no sólo para culpar a las personas por cometerlos.

Liderar un equipo es un paso importante en tu carrera profesional, ¡aprovecha la oportunidad!