¿Y si no quieres conciliar?


Estamos acostumbrados a leer y, a veces, a escribir sobre cómo mejorar la conciliación entre vida laboral y familiar. Ahora la cuestión es la opuesta: ¿Y si el trabajador se ve obligado a conciliar sin quererlo así?

La semana pasada leíamos en Expansión un artículo en el que se cuestionaba sobre si las empresas deben o no empujar al empleado a conciliar su trabajo con su vida personal.

Cada equipo de trabajo está conformado por personas de todo tipo. Los hay que prefieren pasar más tiempo con su familia pero también los hay que consideran que ya pasan suficientes horas con ellos. Por tanto, ¿cuál es el sistema a gusto de todos? Mediar con grupos de empleados tan dispares es una de las tareas más complicadas a la que se enfrentan los departamentos de recursos humanos.

Durante el artículo se comenta un caso concreto ocurrido en Francia. Con el fin de que directivos y colaboradores trabajen más tiempo de su hora estipulada, se estableció por norma la prohibición de mandar emails más allá de las seis de la tarde. Sobre todo, esta regla se aplica a profesionales que ejerzan responsabilidades de gestión, misiones comerciales, de consultoría, o que realicen tareas de supervisión de proyectos. Pero, ¿y si debo mandar un correo electrónico y ya son las siete de la tarde? ¿Lo tendría que postular para el día siguiente? Sin duda, supone una modalidad que atenta contra las normas básicas de la flexibilidad laboral. Una cosa es escribir un email a las 20:00 h y otra muy distinta, es esperar una respuesta inmediata. No es lo mismo flexibilidad laboral que disponibilidad total.

De modo que, ¿cómo puede ser la modalidad de jornada ideal para que beneficie a todos, tanto a los distintos perfiles de empleados como a la propia empresa? Partiendo siempre de la base de la autodisciplina y la autogestión, el colaborador debe tener presente el trabajo por objetivos. Auto-administrarse en las tareas diarias puede influir bastante en la productividad del trabajador. Un aspecto que debe tener muy en cuenta su jefe de equipo.

Por supuesto, dependiendo del sector para el que trabaje la compañía, éste deberá aplicar una u otras formas de conciliación. Siempre y cuando el empleado tenga en mente un aspecto claro de su labor: los objetivos para, por los que trabaja y ser responsable tanto de lo que hace como de lo que no hace. Al final todas las empresas se rigen por resultados, por tanto, ¿qué más da si el trabajador lo hace a las diez de la mañana que a las cuatro de la tarde? Mientras haga su trabajo dentro del plazo estipulado en los objetivos, el empleado se hace auto-responsable en su desempeño. Con ello conseguimos, además, que se encuentre a gusto elaborando su tarea, lo que beneficiará directamente al acabado de la misma y por tanto al resultado de la empresa.

Este tipo de modalidad se viene desarrollando en Silicon Valley, entre otros ‘micromundos’ empresariales. En este tipo de burbuja laboral, la cultura empresarial se basa en tres principios: rapidez, eficacia y beneficio. Mientras, se demuestren estas tres palabras clave, los horarios y el lugar de trabajo es secundario o, incluso, terciario. Es curioso leer en ciertos blogs post la idea de negocio tan consolidada de Silicon Valley. Claramente, el fracaso allí no existe, o mejor dicho, se disimula bien. De cada cien proyectos presentados en este ‘micromundo’, diez son aceptados y tres son exitosos. Lo que ocurre es que esos proyectos exitosos son tan potentes y notorios que su éxito tapa un poco la realidad.

 


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