Todos los matices del ‘smartworking’


Los cambios en la nueva era laboral, potenciados por las tecnologías de la información y la llegada de las nuevas generaciones, han dado lugar a numerosas formas de trabajar. Entre ellas, el smartworking. Una práctica que consiste en utilizar las TIC para gestionar de forma inteligente el trabajo, de manera que se pueda obtener una mayor rentabilidad.

Aunque todavía existe un gran colectivo de empresas que no practican estas nuevas formas de trabajo, muchas otras sí lo están llevando a cabo desde hace tiempo. Algunas de estas compañías ni siquiera les ha puesto nombre, pero lo cierto es que son smatworkers. ¿Por qué? Porque emplean conceptos como movilidad, teletrabajo, comunicación permanente, flexibilidad horaria, ubicuidad, conectividad, acceso global y constante al conocimiento, networking y viralidad. En definitiva se trata de la gestión flexible de nuestro propio tiempo, la posibilidad de aprovechar todo el caudal de inteligencia social y la gestión de ideas y servicios, más que de recursos, en una economía digital.

Pero, ¿estamos aprovechando realmente el trabajo smart? ¿Cómo podemos lograr que el trabajo inteligente mejore nuestra vida y beneficie a las empresas en las que trabajamos? A través de tres vías importantes, orientadas a optimizar la estrategia del negocio.

Cambio de cultura corporativa. Para desempeñar nuestra labor en un ambiente de smartworking es necesario aplicar unos valores que definen la raíz principal de su significado: la autogestión del empleado. Con este modelo resulta indispensable crea una cultura basada en la consecución de objetivos. Por lo que se empleará una mayor orientación a resultados.

—La transformación digital de las empresas lleva a diseñar procesos que apoyen y beneficien las tecnologías. Se trata de encontrar formas más eficientes para producir productos y servicios. Lo que nos lleva a mejorar en competitividad.

Economía colaborativa y en red. Nacen nuevas relaciones laborales, relacionadas con la interconexión en redes. El empleado trabaja en entornos colaborativos, muy propicios para establecer un networking eficiente.

Sin embargo, el smartworking también nos deriva hacia su lado oscuro. Nada es totalmente blanco ni negro. Tras descubrir los matices más claros nos adentramos en unas consideraciones que son necesarias valorar antes de ponerlo en práctica. Y es que cuando se trabaja en un entorno de estas características, es mejor tomar en su justa medida los tres aspectos mencionados anteriormente.

Las economías colaborativas traen consigo un mayor riesgo de distracciones y de pérdida de tiempo. Es complicado integrar culturas diferentes, compartir valores y conectar maneras de pensar. De ahí la gran labor del departamento de Recursos Humanos para coordinar que todo funcione adecuadamente entre tanta disparidad laboral. «No puedes unificar el pensamiento de todo el mundo, pero sí puedes unificar cada pensamiento a través de un objetivo común», explica el fundador y CEO de Alibaba Jack Ma.

Otro de los inconvenientes —sobre todo muy sonados entre las conversaciones de las generaciones más jóvenes— es el aislamiento que puede llegar a producir el teletrabajo completo, así como la falta de oportunidad para interactuar con el resto de compañeros, o la dificultad para conciliar. Es el extremo de esta cultura ya implantada en muchas de nuestras empresas.

De modo que, ¿cómo reducir el efecto de estos daños colaterales del smartworking? Muy fácil. Aplicando las zonas más grises de su filosofía. No radicalizar el modelo. Defender sistemas mixtos. Conservando lo mejor de cada método, como por ejemplo, aplicar sus técnicas desde un entorno de oficina y no desde casa.

Sin embargo, y a pesar de estas dificultades, el smartworking se considera una de las maneras de trabajar más productivas y beneficiosas para todos. Por algo lo indica su propio nombre.


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