El Small Data, el verdadero aliado del CEO


El Big Data es fundamental para que una empresa evolucione. Hasta ahí, todos de acuerdo. Sus ventajas son múltiples, su analítica de información permite tomar decisiones más rápidas y rigurosas debido a su doble funcionalidad: velocidad de procesado y gran volumen de datos. Las organizaciones están mejor conectadas con su alrededor y disponen de más datos que faciliten el liderazgo de su sector.

Sin embargo, este océano de datos no está dirigido exactamente a un CEO, tal como asegura Joel Trammell, fundador y CEO de Khorus Software en Inc.com. Los directores generales o ejecutivos deben optimizar su tiempo al máximo, y este tipo de procesamiento de datos puede significar una verdadera pérdida de tiempo, al mismo tiempo que termina no siendo eficiente en su trabajo como CEO.

Es cierto que el Big Data aporta unos enormes beneficios a nuestra sociedad: procesa a gran velocidad un gran volumen de datos; mientras, la tecnología nos ayuda en la toma decisiones automatizadas y basadas en datos. Un fenómeno con el que además podemos extraer la información pertinente si disponemos de una alta capacidad organizativa.

Pero para el CEO, el Big Data se queda algo corto, por muy extraño que pueda llegar a parecer. Unos datos que le servirán únicamente de apoyo o como anécdota en el contexto de su sector. Por ello, los directivos de este calibre deben utilizar este tipo de marea tecnológica con unos objetivos muy claros y establecidos, ya que la verdadera información relevante para su negocio no se podrá medir, o será prácticamente imposible de automatizar con ella decisiones importantes. Y es que resulta muy improbable diseñar un algoritmo para tomar una auténtica decisión estratégica para la empresa.

Un artículo publicado por el New York Times explica muy bien esta apreciación. Las cosas medibles no suelen ser las mismas con las que obtenemos satisfacción y felicidad. En este caso el Big Data se queda escaso. La parte intuitiva y emocional la debe aportar el profesional.

De modo que si estamos tratando de tomar decisiones importantes de nuestra vida que giren en torno a nuestro bienestar o al de la empresa, la analítica de datos es no suficiente. El resto de ese criterio estratégico lo debe poner la parte humana del Big Data, que es el director ejecutivo o CEO. Por eso, el Small Data es el que realmente ayuda a este profesional. Datos precisos y concretos que sirven de soporte para el diseño de sus soluciones estratégicas.

Volviendo al texto de Trammell, el CEO debe tener en cuenta estas tres consideraciones en la selección de información pertinente:

Necesita información priorizada. Previamente debe haber existido un estudio y una posterior comunicación clara y concisa del tipo de información que se debe focalizar para el desarrollo estratégico de la compañía.

Información que sirva realmente para predecir acontecimientos. Lamentablemente todo el Big Data está basado en pura memoria histórica, datos que han pasado o están pasando. Sin embargo, el CEO debe extraer esos datos priorizados que realmente le sirven para predecir el futuro de su sector o las tendencias venideras, con el fin de adelantarse a sus competidores. «¿Puede mi equipo lograr esos objetivos a tiempo?» La respuesta a esta pregunta la da el Small Data. A partir de ahí, el informe que se genere será más preciso y predecible. Las reuniones pasarán de ser largas e ineficaces a breves y centradas en el futuro.

Ese Small Data debe ser reflejo de toda la organización al completo. Muchos CEOs se centran en su equipos directivos. Sin embargo, es también su deber controlar la información recopilada de las personas que día a día trabajan con el producto o servicio del negocio. Será una información priorizada, a través de distintos métodos de colecta, y le servirá para crear una visión de futuro mucho más fiel a la realidad.

Por todo ello, las habilidades humanas como CEO deben estar mucho más presentes que las tecnologías, si es que se quieren tomar decisiones con las que verdaderamente se destaque en el gigantesco mundo de la innovación —mucho más grande que el propio Big Data.

Esto es importante pero no es urgente


«Si puedes delegar una tarea en quien la pueda hacer al 80% de como tú la harías, es suficiente», dice John C. Maxwell. Y es que uno de los mayores retos de los directivos es precisamente aprender a delegar sin que le tiemblen las piernas cuando salga por la puerta. Pero no sólo hay que encontrar a la persona adecuada, sino que es fundamental saber cuáles son las tareas que puedes aplazar y las que se deben realizar a pesar de tu ausencia.

Sin embargo, antes de seleccionar al sustituto debemos decidir las funciones más urgentes o las que se pueden aplazar. De ello dependerá elegir a una u otra persona. Así pues, el directivo debe realizar su trabajo por excelencia, que no es otro que asignar prioridades y dar valor a lo que considera importante. En ocasiones, no se dedica el tiempo suficiente para tomar la decisión correcta. El acelerado ritmo nos lleva a decidir demasiado rápido. Y es obvio que ése no es el camino.

Una consecuencia de ello es la de invertir gran parte del tiempo gestionando momentos de crisis: el directivo deja a un lado otras tareas para centrarse en las más urgentes, o en las que él considera más inmediatas. Se trata de un bombero apagando fuegos constantemente. Y un día se da cuenta de que no dedica el tiempo necesario a tareas que no son urgentes pero que pueden ser –suelen ser– más importantes. A propósito de esto último, cabe recordar que las tareas urgentes no suelen ser, precisamente, las más importantes.

De modo que aprendamos a priorizar, a organizar nuestra agenda para pararnos un día, mirar a atrás y decir: «éso es, estoy haciendo lo que quiero hacer». Y es que la vida va pasando, mientras nos dedicamos a hacer otros planes —algunos de ellos imprescindibles y sin sentido.

En 1954 el Presidente de los Estados Unidos de América, Dwight D. Eisenhower participó en un discurso en el que pronunció la frase que resume su forma de vida y organización personal: «tengo dos clases de problemas: los urgentes y los importantes. Los urgentes no son importantes, y los importantes nunca son urgentes». Pero, ¿cómo los distinguimos? Las tareas urgentes son aquellas que exigen atención inmediata y que al no ejecutarlas a tiempo derivan en unas consecuencias significativas. Aquí prima el tiempo más que el asunto en cuestión y suelen realizarse en modo estrés. Normalmente, se dice que lo urgente suele estar dentro de las prioridades de otros. Mientras que las tareas importantes contribuyen más bien a nuestra visión a largo plazo, a nuestros valores y a nuestras metas, tanto personales como profesionales. Además, cuando trabajamos en las tareas importantes, lo solemos hacer en modo relax. Dedicarnos a ellas requiere calma, una mente racional y abierta a oportunidades.

Después de darnos cuenta de estas diferencias, que a priori pueden resultar obvias pero que en la práctica no son tan evidentes, nos preguntamos: «¿por qué no lo ponemos en marcha más a menudo?». Una explicación puede ser porque el ser humano aún vive con el instinto de supervivencia del corto plazo, dando prioridad a estímulos de los que rápidamente obtenemos resultados, ya sean satisfactorios o desagradables. Pero los queremos ya.

Es un ejercicio que requiere su tiempo, pero es fundamental saber distinguir entre lo urgente y lo importante. Una vez tenemos ese hábito interiorizado, voilà!, es hora de ponerlo en práctica a través de una de las herramientas más útiles en estos casos: la matriz de EisenhowerStephen Covey popularizó la Matriz en su libro Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas.

A través de los cuatro cuadrantes, relacionamos las prioridades para organizarlas y detectar lo verdaderamente significativo.

El primero: lo urgente e importante, donde es fundamental reservar un tiempo tranquilo para ocuparnos de imprevistos que resultan ser importantes en nuestro trabajo. Se trata de fechas límite, crisis y problemas. Por eso, procura que sean las menos, porque si este es el cuadrante donde tu lista es la más larga, algo está fallando.

El segundo: lo importante pero no urgente. La fecha límite aquí no existe como tal. Uno mismo se la marca. Este cuadrante está vinculado más al desarrollo personal, a las metas profesionales y al propósito de vida que nos gustaría llevar a cabo como personas. Si pasas la mayor parte del tiempo en esta sección, estás de enhorabuena porque estarás descubriendo lo que significa la felicidad duradera.

El tercero: lo urgente pero no importante. Aquí es cuando el directivo debe delegar. Se tratan de todos los fuegos que hay que ir apagando en el momento. Interrupciones, reuniones, emails, llamadas,… Todas estas tareas requieren nuestra atención inmediata pero, sin embargo, no nos ayudan en cumplir nuestras metas importantes o el propósito para el que vivimos. El error estaría si dedicamos la mayor parte del tiempo en este cuadrante creyendo que estamos en el primero.

El cuarto: lo no urgente y lo no importante. Lo que viene siendo tiempo muerto. Todo tipo de distracciones tienen espacio en esta gran papelera. ¿Por qué las hacemos entonces? Ayudan a nuestra mente a relajarse, a desconectar. Ver la televisión, una película, dormir la siesta en el sofá, … son actividades necesarias pero cuidando mucho su dosis.

Si eres consciente de estos pasos y sabes identificar las tareas urgentes y las importantes, podrás delegar y organizar tu trabajo y el de tus colaboradores con una mayor eficacia. La clave está en ser realista y consciente de en qué cuadrante estamos, lo demás caerá por su propio peso.

Lo que nunca se debe delegar


El mercado es imparable. No conoce descanso, ni playa, ni vacaciones ni sabe lo que es relajarse ante un buen libro en una tumbona. Y sólo lo podemos combatir con una posible y potente herramienta: delegar.

Sin embargo, a nadie le gustaría volver de vacaciones y encontrarse con que el inversor aquel que estaba a punto de caramelo decide dar un paso atrás por una mala gestión, o que se ha contratado a un directivo que no encaja con la cultura de la empresa.

El miedo a ser reemplazado, la desconfianza o simplemente por una cuestión de ego puede llevar muchas veces a no delegar la tareas en época de vacaciones. Nos gusta sentirnos imprescindibles para que todo marche adecuadamente. Incluso, ese temor por ser sustituidos por otro compañero hace que muchos prefieran no compartir cierta información privilegiada, haciéndonos dueños y señores de la solución a cualquier problema.

«La clave es saber delegar y compartir con el resto del equipo el espíritu de trabajo conjunto. En España muchos cargos con responsabilidades prefieren no compartir algunos datos por temor a que alguien les pueda quitar el puesto. Es una mentalidad antigua que hay que superar», señala Simon Dolan, director de la Cátedra el Futuro del Trabajo de ESADE y autor del libro Autoestima, estrés y trabajo (MacMillan, 2005).

Para ello, la clave está en la confianza. Y es que si no existe confianza en el equipo de trabajo, el periodo vacacional puede convertirse en un infierno. Para muchos, esos días de descanso pueden ser productivos para reflexionar sobre nuevos horizontes para la empresa, pero sin estar implicado en las tareas diarias de la organización.

Un ejemplo, podría ser el caso de la consultora tecnológica Neoris. Con más de 3.500 empleados en todo el mundo – 750 de ellos en España, tiene como máxima no molestar a los trabajadores durante las vacaciones. En 2011, la alemana Volkswagen aprobaba que su personal no recibiera correos electrónicos corporativos fuera de la jornada laboral. Un bien común que sólo se consigue delegando. Pero ¿cómo gestionamos este recurso? ¿Qué tareas ponemos en la cesta para que las realicen otros? ¿Cuáles son los pilares de la organización que más debemos cuidar, sólo por nosotros mismos?

Uno de los puntos claves que más debe mimar el CEO por él mismo, es la relación con los inversores. Es importante ocuparse de todas las conversaciones estratégicas que pueden ayudar a dar el sí para cerrar fusiones, nuevos socios o inyección de capital extra.

Ocuparse de las decisiones más difíciles como puede ser un proceso de compra o venta de acciones, por ejemplo. Aunque en muchas ocasiones estas medidas es conveniente que estén respaldadas por un equipo de asesores, al final la última palabra está en las manos del CEO. Por ello, se debe evitar propagar información innecesaria que pueda perjudicar el ambiente y la estabilidad de la empresa. Y es que existen decisiones que sólo tu equipo de confianza debe saber.

El líder de cualquier organización va a marcar la cultural empresarial que establezca la armonía y los cimientas de la misma. Él es el significado y embajador de esa marca única. Por eso todas aquellos ideales, convicciones y éticas sólo los puede dar el CEO.

El reclutamiento y evaluación de directivos también es conveniente que esté supervisado por el CEO. Los directivos deben saber de quiénes se rodea. Si bien los procesos de selección pueden estar en manos de expertos, la última etapa, como es la contratación, es importante que esté a cargo del directivo ejecutivo.

Por último, la aprobación y difusión de reglamentos internos de la empresa es tarea que no debe ser delegada. Los empleados deben saber de primera mano qué es lo que se hace y por qué se está haciendo. Ahí es donde mejor actúa un buen líder.

Cinco puntos clave para que nada se escape mientras disfrutamos de unas, merecidas o no, vacaciones. No es cuestión tanto de delegar las funciones adecuadas, como de marcar las pautas necesarias para que todo siga igual de estable y consolidado.

«Algunos prefieren no encontrarse con mil correos a la vuelta de las vacaciones y otros simplemente quieren que les dejen en paz. Un buen líder debe conocer las necesidades y las rutinas de trabajo de su equipo y adaptar el modus operandi que se sigue durante las vacaciones a esas características». Así lo afirma Maite Moreno, directora de la consultora Monday Happy Monday, quien añade que la tendencia global es dar libertad a los empleados para que ellos decidan de qué forma quieren trabajar. «Es una cuestión generacional. Los millennials (los que ahora tienen entre 18 y 33 años) son nativos digitales y están constantemente consultando todas las entradas de información. No ven diferencia entre el trabajo y la vida personal; con la tecnología todo se difumina», señala. «No sucede lo mismo con los mayores de 50 años», continúa. «Las empresas deben ser capaces de conocer muy bien qué tienen dentro y dar respuesta a eso».

¿Debería un CEO saber de tecnología?


Existe el eterno debate de si un directivo o gerente debe tener conocimientos tecnológicos. ¿Debe un CEO saber a programar? Pues bien, aquí surgen dos vertientes. Muchos MBAs se postulan por la idea de que no es necesario que conozca la terminología TIC. Sin embargo, otros muchos directivos consideran que es importante saber en qué términos y cómo se va a desarrollar la parte informática de su empresa.

El directivo no va a trabajar diariamente con el lenguaje informático, pero sí que dará las pautas necesarias para que las personas habilitadas para ello ejecuten sus peticiones. No es tanto andar por el camino, pero sí dejarlo marcado y bien pautado. Y es que los técnicos, tecnólogos o programadores hacen las cosas como se las pides, al pie de la letra, por tanto se debe conocer la manera de pedir esas cosas.

Un buen líder debe conocer todo el proceso de creación de su idea o proyecto. Por ello, es importante que el CEO tenga conocimientos de todos los aspectos de su negocio, en el que forma pieza indispensable, la unión de todo el engranaje. Como diría Benjamin Franklin, “dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”.

Pero ¿cuáles son las habilidades tecnológicas que debe conocer el director de equipo? Hoy día, y tiene pinta que por varios años más, la tecnología gira en torno a la información. Por eso, una de las claves para moverse ‘como pez en el agua’ es el manejo de la llamada ‘nube‘. Ésta permite la distribución, no sólo de la información útil, sino de muchas de las tecnologías que actualmente se usan para trabajar. Una empresa que no está utilizando la ‘nube’, está privándose de sus numerosos beneficios. Rapidez en la entrega de datos, internacionalización de negocios, mantenimiento de centros de atención, así como la eficiente entrega de resultados por parte del personal, son algunas de las ventajas de las que el directivo debe sacar provecho.

La comprensión de la optimización de motores de búsqueda, o también conocidos como SEO, es otra cara fundamental a la hora de dar visibilidad a su negocio. Todo usuario es un cliente potencial y llegar a él con la mayor rapidez es el objetivo de los sistemas de optimización de búsquedas. Para ello, Google posee dentro de sus logaritmos de búsqueda un criterio para listar los resultados de las búsquedas realizadas a través de su motor. Un buen posicionamiento, abrirá muchas puertas a las posibilidades de negocio. Y eso es vital que el propio CEO lo conozca.

Referente a los lenguajes de programación, a muchos gerentes les sonará a chino. Pero no hay que olvidar que dar unas correctas y concisas instrucciones al CIO o ‘Chief Information Officer’, es fundamental para conseguir exactamente aquello que se está buscando. Phyton o Symfony son algunos de los lenguajes mejor valorados dentro del sector. De hecho, Google y Yahoo lo utilizan. El más usado es PHP, aunque tiene fama de estar algo más obsoleto. RubyonRails y NodeJS también están llegando a muchas plataformas. Aunque la última tendencia es volver a programar todo en JAVA. .NET es otra de las herramientas que puede utilizar una ‘startup’, sin embargo resulta algo rígida y lenta a la hora de hacer cambios rápidos.

En cuanto a las bases de datos empleadas en una organización, destacan Mongo DB, MySQL – utilizado por Yelp, Pinterest y Linkedin -, y SQL Server. Y por último, otro pilar que el CEO debe conocer si quiere implementar un buscador es la utilización de Elastic, como una solución potente o Spinx, algo más rígido aunque permite la configuración más detallada. 

En definitiva, un directivo o líder de un equipo de trabajo es recomendable que conozca y aprenda todos los obstáculos que vaya encontrando en el camino de su idea de negocio. La ejecución de todos ellos vendrá dada por la correcta utilización de cada uno de los recursos, siempre desde un amplio conocimiento de todos ellos. Así es como obtendrá la capacidad necesaria para sortear correctamente cada uno de ellos.

Hay un nuevo CEO en la oficina


Cuando un nuevo gerente se une a un equipo de trabajo, por lo general, crea cierto nerviosismo entre sus miembros. Todo el mundo quiere saber qué cambiará con su llegada y qué dirección tomará el equipo, impregnando de dudas el ambiente. Por ello, es de especial importancia comenzar con buen pie.

En muchas ocasiones, el nuevo CEO lo tiene especialmente difícil. Al aterrizar en una nueva corporación, deberá lidiar con panoramas complicados, la mayoría procedentes de épocas pasadas.

Así le está ocurriendo a Twitter, compañía que busca un nuevo CEO que le dé un giro a la cultura de la corporación. Evan Williams es, no sólo el co-fundador de la entidad sino también, miembro de la junta de la misma. En unas recientes declaraciones, Williams admitió que hasta el momento todos dentro de la empresa pensaban que Twitter era una red social de micro-blogging. Pero ahora se han dado cuenta de que es mucho más que eso. Concretamente, una plataforma de noticias en tiempo real. Y es que desde que se anunciara el pasado mes de junio, la salida de Dick Costolo - en el cargo durante cinco años -, la compañía afronta una de sus épocas más inestables.

Será un proceso largo, por eso hasta que se encuentre el nuevo CEO, Jack Dorsey, uno de los co-fundadores de Twitter, ocupa desde este mes de julio el deseado puesto.

Según el New York Times, los mejores posicionados son: Adam Bain, actual responsable de ingresos de la compañía, y Anthony Noto, actual responsable financiero y antiguo directivo de Goldman Sachs. Otros nombres que se manejan: el propio Jack Dorsey, Mike McCue, fundador y CEO de Flipboard, o Kevin Weil, actual responsable de producto.

Sea quien sea, el elegido no tendrá las cosas demasiado fáciles. Y más cuando los rumores señalan una dudosa situación de la compañía y falta de credibilidad en Wall Street. Durante la última época de Costolo, aumentaron cada vez más las críticas sobre la falta de capacidad para construir un producto que genere sumas y no restas.

Por tanto, el nuevo directivo no sólo deberá enfrentarse a una revolución en el producto, sino que tendrá que lograr una mayor rentabilidad. Y con ella elevar la confianza tanto del equipo como del entorno financiero. Para lo que contará con un nuevo responsable de comunicación, después de que Gabriel Stricker abandonara también la compañía.

Para ello, es importante que el nuevo líder siga algunos pasos básicos como novato en la oficina. Para comenzar, es clave trazarse un plan en el que se incluyan los primeros 30 días. En el caso de Twitter, el nuevo CEO deberá seguir la línea que está marcando Dorsey: recuperar a los desarrolladores para crear una herramienta de lo que es, de comunicación, no una simple red social.

Mostrar transparencia hacia sus empleados. Aunque no se tenga clara la estrategia, el nuevo mandatario puede hablar de los valores, prioridades y observaciones.

Durante el primer mes, el 50 % de las palabras deben ser preguntas. Es preferible que haya un exceso de comunicación en estos casos.

Otra de las maniobras fundamentales es aprovechar el máximo el potencial de sus empleados. Para lo que será necesario reunirse con todos sus colaboradores directos durante al menos una hora en su primera semana. La idea es informarse de dónde les gustaría verse en los próximos dos o tres años.

En el frente de batalla. No estaría de más pasar por todas las áreas para conocerlas de primera mano, como miembro invitado en el departamento. Una táctica que, además, creará entusiasmo para tomar más rápido los posibles cambios en el producto.

Una vez conocidos todos los puntos, el nuevo directivo deberá explicar claramente la meta y el camino marcado. Una fluida y habitual comunicación con los empleados ayuda a que éstos se sientan orientados y por lo tanto mucho más motivados.

Un truco que suele dar muy buenos resultados es lograr una victoria rápida de partida. Siempre y cuando se mantenga el nivel de satisfacción. Con esta primera batalla adjudicada, el nuevo CEO conseguirá captar la confianza y la motivación en su equipo de trabajo.

¿Qué hacer si un miembro de tu equipo te decepciona?


«El precio del éxito es el trabajo duro, la dedicación total y la determinación de que ganemos o no, hayamos aplicado lo mejor de nosotros a la tarea que tenemos entre manos.» Vince Lombardi.

Decepción. Ya de por sí suena a burla, engaño y mucho desencanto. A nadie en este mundo le puede gustar decepcionar ni ser decepcionado. Supone una brecha en la confianza entre personas, una cualidad que se debe cuidar en todos los ámbitos ya sean laborales o personales. Cuando se decepciona se pierde esa oportunidad de haber creído y apostado en y por alguien.

Por ello, el que hizo el daño debe ser considerado y transmitir fortaleza y seguridad al que ha dañado. No poner más trabas al nubarrón que ya de por sí generó. Si hay dudas, deben desaparecer. El responsable de lo decepcionado es fundamental que no se justifique y asuma el error, pero no sólo quedarse ahí. Debe hacer todo lo posible por disipar la desconfianza creada.

El buen líder, todo esto lo apreciará y valorará. No es plato de buen gusto encontrarse con un miembro de tu equipo que no sólo no cumple con tus expectativas, sino que además su actitud es la contraria a la esperada.

Y es que el director de orquesta exige tanto para él como para los demás. Así pues, no es de extrañar que a muchos directivos les pille de improviso y no sepan cuál es la reacción adecuada para poner solución a la brecha generada.

En primer lugar, no alarmarse. Tómate unos minutos antes de entablar una conversación con él. En ella, es importante transmitir claramente qué es lo que se esperaba y los resultados finalmente obtenidos. Sin embargo, en esta fase clave, muchos líderes reaccionan de una manera errónea. Suelen descargar el enfado y transmiten negatividad e inseguridad en el ambiente de trabajo, lo que emborrona aún más el desastre.

Ante todo, evita frases como: “Que sea la última vez”, “¿Acaso no haces nada bien?”, “Para eso te pago”, “No lo entregues hasta que no lo hagas bien o Tienes suerte de trabajar aquí, en otros lados…”.

No es tanto buscar al culpable como encontrar la solución más adecuada. Y, sobre todo, evitar a toda costa una actitud violenta. Cabeza fría a la hora de pensar. «Una mente fría al servicio de un corazón caliente», dijo una vez el economista Paul Samuelson.

Todo para llegar a un fin: sumar y no restar. Se trata de reparar el daño, de buscar mejoras, por eso el buen líder deberá preguntarle qué pudo haber fallado. ¿Necesitaba algo que no estaba en su mano? ¿Cómo fue la comunicación en el equipo? ¿Hecho en falta algún factor que impidió ese engranaje? Cuestiones perfectamente aplicables también para el propio directivo. Con ellas, se generará una mayor confianza lo que ayudará al equipo en su conjunto y por consiguiente al resultado de su labor, que es en definitiva, para y por lo que se trabaja.

‘Storytelling’: El directivo disfrazado de cuentacuentos


Es bien sabido que el papel de un directivo no es tarea precisamente fácil. Son muchos los factores que definen al buen líder. Tan bueno es brillar como parecer cercano y alcanzable en el entorno para el que se mueve. Por eso, en las presentaciones, cualesquiera que sean sus características y fines, hay elementos que siempre serán comunes.

El objetivo básico de toda exposición es transmitir tu mensaje al receptor. Tratar de que el concepto que inicialmente diseñas en tu mente sea lo más parecido al que se genera en tu interlocutor. Sin embargo, múltiples elementos boicotean este sencillo camino para estropearlo todo.

Ansiedad, sobreactuación, falta de preparación, o incluso, sobre-preparación. De todas ellas, la más temida por los directivos españoles es sobreactuar durante sus presentaciones. ¿Y por qué? A fin de cuentas, todo se resume en la falta de naturalidad. Tan importante es conocer el tema a fondo como prepararse la exposición lo justo.

Son muchos los datos, estadísticas y valores que se llegan a dar en una presentación. Con el Storytelling se humaniza el mensaje. Contar una historia entre tanta cifra termina ayudando a sacar de tu interior esa naturalidad. Pasamos de una forma abstracta, a la individualidad más empática.

La técnica que muchos ‘coach’ desarrollan es precisamente el Storytelling. Porque contar un mensaje a través de una historia facilita acordarse de su argumento, la haces únicamente tuya, generas confianza y con ella se crea una mayor conexión entre locutor y oyente.

Ninguna negociación es idéntica a la anterior. Ahí ya tenemos una historia única, con la que contextualizar cada dato sin derivar en el aburrimiento o la desconexión parcial. Sobre todo, con el Storytelling, el directivo se facilita las cosas para no caer en el horror de la sobreactuación artificial.

Ahí está para su uso y disfrute. Una herramienta de captación de interés, atención y generador de intriga mediante la tensión narrativa. Resumido en un fin: conexión emocional entre tanta las cifras más puras de una presentación.

Por supuesto, el storytelling genera multitud de ventajas colaterales. Si tu historia ha resultado atractiva, la posibilidad de que tu público la comparta es bastante alta. Para ello, ésta tiene que ser convincente y creíble que no necesariamente verídica. Se trata de no vender una estrategia, idea, concepto o ponencia en sí, sino de vender una experiencia. Sin duda, un recurso muy poderoso para penetrar en la mente de los presentes en la sala.

Para cerrar nuestro bonito cuento, es importante llegar a una moraleja. Esta será la parte de las conclusiones. ¿Por qué ha sido tan productivo escuchar mi historia? Los grandes cuentos siempre tienen un mensaje final que perdura con el paso del tiempo. Sin embargo, no siempre tienen que cumplir la regla. También puedes dejar el final para que lo cierren tus propios espectadores y abrir con ello la gran ventana del debate.