Vísteme despacio…

Todo el mundo ha experimentando la angustia que se siente por no llegar a tiempo a un sitio, no realizar con pulcredad y en breve tiempo una determinadas actividad o sentrise bloqueados ante situaciones que requieren de toda la energía posible. Gestionar tanto la presión como el estrés en el trabajo, es uno de los aspectos donde más se siguen poniendo remedio, por mucho que pasen los años.
Sin embargo, antes de conocer algunas posibles soluciones para canalizar toda ese malestar, es recomendable aclarar dos términos que muy frecuentemente tienen a confundirse. Nos referimos a trabajar con estrés y bajo presión. El primero se refiere a una situación donde existen demasiadas demandas y muy pocos recursos como tiempo, dinero o energía que nos ayuden a cumplir con todos nuestros compromisos. Mientras que en el segundo, el empleado percibe una cuestión importante que el resultado depende de su desempeño.
El estrés por tanto puede resultar una enorme fuente de problemas laborales. No se trabaja igual , el trabajo no tiene la misma calidad que si se hace bajo la comodidad de la tranquilidad. No llegar a tiempo a una reunión importante o tener una gran cantidad de correos sin contestar son un claro ejemplo de momentos estresantes. Esto no quiere decir que trabajemos bajo presión. Este término está más ligado a la responsabilidad que uno se otorga para conseguir un resultado determinado. Por ejemplo, la presión llevada al extremo es cuando vemos en las películas que el protagonista tiene que cortar el cable azul o rojo para desactivar la bomba. Y ni qué decir tiene cuando se unen los dos términos. Un trabajo estresante y bajo presión puede resultar precisamente un auténtico explosivo. Nadie tiene un mejor rendimiento cuando se está bajo presión.
Por ello, es importante atajar ambas vertientes, pero de distinto modo que para eso son diferentes. Si existe una sobrecarga de trabajo, deriva en estrés y por tanto es mejor poner a trabajar nuestras endorfinas. Salir a pasear o tomarse un café relajado. Sin embargo, cuando corre peligro una vida, el médico de urgencias no puede irse a hacer yoga en es momento. Deberá despejar la mente para focalizarse en la solución más acertada a su desempeño. El riesgo que supone confundir ambos conceptos está en hacer de cada pequeño inconveniente una exagerada situación de presión. Si consideramos que siempre se está bajo presión, creeremos que estamos obligados a que todo lo que hagamos tenga éxito sí o sí. Nosotros sólo nos sumaremos una gran presión innecesaria derivando en angustia, malestar e insatisfacción. ¿Cómo podemos reducir este alcance? Si llegamos a sentir esta distorsión, podemos utilizar las armas que nuestra mente nos otorga en situaciones extremas. Aprenderemos a focalizarnos y concentrarnos, a disminuir las acciones impulsivas con el fin de ayudarnos a sacar esas tareas eficazmente, ya sea bajo presión o en momentos de estrés. Por este motivo, muchas personas aseguran que cuando mejor realizan su trabajo es bajo presión. Porque se aúna toda la energía para el desempeño del mismo.
Es importante no dejarse llevar por las situaciones. Y es obvio lo fundamental que resulta mantener la cabeza fría. No es fácil y para ello se recomienda utilizar unas cuentas estrategias que rebajen el nivel de presión de ciertas actividades que requieren una gran responsabilidad. Planificar, delegar, descansar, llevar una buena alimentación y acostumbrarse a hacer ejercicio físico on algunos de los principios básicos para gestionar educadamente esa presión que nos bloquea. A ellos, hay que sumarle la confianza en uno mismo – tan acertada en tantos momentos de nuestra vida –, el uso de la imaginación, una respiración controlada, el diálogo con nuestra pareja y amigos para liberar tensiones, la mejora de las condiciones de trabajo – ya sean físicas como contractuales – y por su puesto, una de las más importantes: la mejora de la conducta, pensar en positivo y no caer en el dramatismo pesimista.