Por ahí se sale de nuestra zona de confort


Seguridad, comodidad, miedo o, incluso, pereza son los ingredientes que podemos encontrar en nuestra zona de confort. La rutina de unos hábitos que conocemos nos trasmiten esa estabilidad que no tiene por qué significar bienestar. Sólo cuando ponemos un pie fuera de nuestra zona de confort es cuando nos damos cuenta de que algo ocurre por allí que puede ser mejor que lo hay aquí dentro.

Durante la vida vamos avanzando con nuestro pasado y presente a cuestas, pero desconocemos lo que ocurrirá en el futuro, cuya incógnita también puede perseguirnos. Podemos descubrir lo que no nos gusta y si hay suerte sabemos lo que queremos. Mientras, que del pasado obtenemos nuestros valores y principios más primarios como pueden ser todo aquello que nos han inculcado desde niños: trabajo duro y sacrificio. Pero no tanto, habremos aprendido uno de los factores principales para cualquier carrera profesional: seguridad en nosotros mismos.

Sin seguridad y valentía nuestros sueños se quedarán en la parcela de las dudas y escepticismos de las personas que no quieren que avancemos. Por eso, lo primero que hay que hacer para romper con las paredes de la zona de confort es soñar. Descubrir qué queremos, qué nos hace felices. Después ponerle fecha de caducidad y trabajar duro para alcanzar la salida.

La zona de confort está compuesta por las actitudes, habilidades, comportamientos y conocimientos de cada uno. Cuando salimos, el primer peldaño que nos encontramos es el de las experiencias y aprendizajes que vamos adquiriendo ya sea en clases, viajes a países desconocidos, nuevas sensaciones, entornos donde conocer a nuevos clientes o conocer nuevas culturas. Una vez sobrepasamos la observación y testeamos cada nueva experiencia, nos topamos con el temido pánico. Esta parcela es sensible a escuchar frases como: ‘No salgas, puede ocurrirte esta u otra desgracia; es terrible’. Normalmente, serán voces que provienen de los que nunca han salido. Simplemente las dejaremos a un lado y pasaremos a la zona mágica, donde no sabemos lo que ocurrirá. Puede salir mal pero puede salir extraordinariamente bien – que es lo que suele suceder. En el primer caso, no hay problema. Siempre existirá la zona de confort, de la que provenimos. Ésta no desaparecerá como esos de las voces creen. Es más, la zona de confort se amplia, ya que siempre se suma.

Se produce entonces una batalla entre nuestras emociones más primitivas y la tensión creativa de la que se puede alimentar ese futuro. Se ponen en conflicto los miedos y la motivación. Miedo al qué dirán, al ridículo, a la vergüenza, … No se trata de tener miedo a lo desconocido, sino de perder lo que tienes, o incluso, lo que eres.

Uno mismo es el protagonista de su vida. Lo que no decida uno mismo, lo harán otros por él. Al crecer tu autoestima, ésta te dará una nueva visión llena de oportunidades de las que hay que aprender. Por lo que nada más salir del cascarón es normal sentirse algo pequeño, pero a la vez muy grande por dar el paso. Eso llamará a la seguridad en uno mismo y por tanto a una mayor autoestima. Entre todo lo que aprendas, podrás elegir mejor cuantas más opciones tengas. Además, es importante preguntarse porqué alcanzas ese sueño, qué hay detrás de él para avanzar cada vez más convencido y seguro. Con cada paso, iremos despidiéndonos de los prejuicios que nos delimitan. Será el momento de sentir el placer de perseguir nuestros sueños, en la zona de magia, donde todo pede ocurrir. Una sensación que en ocasiones, y sobre todo al principio, nos hará sentirnos algo vulnerables. Y es normal porque es arriesgado, pero no importa. Somos humanos y no paramos de aprender y de equivocarnos.

Una vez descubras lo que hay fuera, quizás sea necesario que vuelvas cuantas veces quieras a la zona de confort para hacerte con algunos recursos o talentos que todas las personas tenemos. Con ellos, nos sentiremos más fuertes antes esas incomodidades que trae consigo el riesgo. Para tu camino descubriendo nuevos horizontes ten presentes: un plan estratégico, perseverancia y positivismo. Lo demás, vendrá rodado.

Son muchas las veces que salimos de nuestra zona de confort casi sin darnos cuenta. Hacemos ‘microincursiones’ en zonas nuevas que no nos suponen dolor. Algunos ejemplos pueden ser cambiarse de casa, tener un hijo, cambiar de trabajo, decir no a alguien o algo, comenzar clases de idiomas exóticos y una larga lista de la que sin quererlo estamos expandiendo nuestra zona de confort.


Deja un comentario