No es fácil encontrar el equilibrio


Son varios los frentes que cada día deben superar los gerentes en los distintos departamentos de recursos humanos. Todos con mayor o menor grado de importancia, pero sin duda uno de los asuntos que más dolores de cabeza trae al sector, es la ética empleada para buscar el equilibrio entre intereses empresariales e individuales.

A menudo, estos profesionales juegan al filo de la ley, ya sea ésta moral u oficial. Encontrar lo mejor para ambas partes no es fácil, pero sí posible. Estamos hablando de valores muy subjetivos que para unos pueden ser los idóneos pero para otros los menos aconsejables. Sin embargo, son muchos los intereses comunes en los que apoyarse cuando se trabaja con capital humano. Pero, ¿dónde está esa línea? ¿Cómo sabemos hasta dónde estamos haciendo lo correcto? Lo más probable es que alguien salga más perjudicado con las decisiones que diariamente toman los gerentes en Recursos Humanos. Es inevitable. Habitualmente, se trabaja con problemas de los empleados que confrontan con los objetivos de la compañía. Pero por el contrario, son esos mismos trabajadores la propia esencia de la organización corporativa en sí.

Lo primero de todo es encontrar esa transparencia y confianza que evite muchos disgustos entre el personal. Si todos están contentos y trabajan conforme a las reglas básicas del ‘juego limpio’, gran parte de esos problemas se diluirán por el camino o ni siquiera surgirán. Un buen ambiente laboral, por tanto, es sabido que proporciona el buen engranaje de todos. Y eso se consigue si partimos del propio núcleo del departamento de recursos humanos. Ahí es donde dar ejemplo de todo aquello que consideremos ético o correcto.

Digamos que Recursos Humanos es la ‘conciencia’ de la empresa. Es su deber informar al personal de las consecuencias que pueden llevar sus actos desde la batuta de la ley. Por ello, es vital guiarse siempre en torno al marco legislativo. Asimismo, es importante que la propia compañía disponga de una política concreta para cada una de las diferentes situaciones posibles. Basándose en ella, y siempre y cuando esté aprobada por todas las partes, es como mejor podemos acercarnos a la deseada justicia.

Además, mucha de la información sobre los empleados se considera confidencial. En algunos casos, esto puede incluir no darle esta información al gerente o divulgarla para una demanda o una facturación médica. Estas situaciones exigen comportamientos y acciones que se ajustan a los más altos principios éticos. Por ello, seguir la ley puede ser la mejor decisión en estos casos. Y si las políticas de la compañía están escritas en consecuencia, será mucho más fácil seguir los procedimientos correctos.

Aunque la ética laboral, en general, debería aplicarse por igual en cualquier empresa –pues todos somos personas sea cuál sea nuestro origen–, dependiendo de un lugar u otro, la probeta con la que se miden los principales valores no siempre tiene la misma medida en cada país. Eso sí, de todos los principios que podemos encontrar en cada rincón del mundo, el que predomina por encima del resto es la transparencia. Y es que hay aspectos comunes que conforman la responsabilidad social de los trabajadores vengan de donde vengan. Pero también según la nación en la que se trabaje, la sociedad valorará de forma diferente los puntos que forman una ética laboral determinada, a pesar de la globalización en la que vivimos.

Por ejemplo, si nos vamos a los Estados Unidos, los deberes morales de la sociedad hacia su país así como la lealtad de los ciudadanos son básicos para contratar a un determinado empleado. Por el contrario, tienden a evitar las apariencias indebidas lo que trae consigo una confrontación directa con la transparencia pura.

En Reino Unido, lo que se espera de los trabajadores ya sea en Recursos Humanos como en el resto de departamentos, es la objetividad, responsabilidad y capacidad de liderazgo. Mientras que en España, se valora, entre otros aspectos, la dedicación, confidencialidad, imparcialidad así como la naturalidad y honradez de la persona.

Aun así, es deber de cada uno saber cuáles son los principios adecuados en cada situación de conflicto. Nadie es quién para dar lecciones, sólo uno mismo debe saber el mejor procedimiento a seguir. Por ello, el profesional de gestión de personas debe atender, por encima de todo, a su propio código ético, confiar en él y en su gran aliado: el sentido común.


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