‘La vida de Galileo’: una lección de superación muy aplicable en nuestros días


«Yo tengo fe en los hombres. Sin esa fe no tendría fuerzas ni para levantarme de la cama.» Una de las muchas perlas de Galileo Galilei (1564-1642), que aún estamos a tiempo de disfrutar en el Teatro Valle-Inclán de Madrid.

La vida de Galileo es de esas obras que no debemos dejar pasar. Gracias a ella, descubriremos el alma de un científico que no se conformaba con los establecido y que, incluso condenado a muerte por exponer teorías tan ciertas hoy en día como que la Tierra gira alrededor del Sol, no se dejaba amedrentar por los inquisidores de la época. Una máxima muy presente y aplicable en el actual mundo del emprendimiento. Quizás los demás se dejen llevar por la ignorancia, sombra alargada del prejuicio, pero su ejemplo sirvió, sirve y servirá para muchos locos que descubran lo que aún nos queda por conocer —que no es poco.

Astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico. Hoy día se lo rifarían los gigantes empresariales de nuestro mundo. Nos fijamos en personajes más acordes con nuestros días, sin embargo el alma de emprendedor nato, el profesional que se hace preguntas, que desconfía de los sabedores, que imagina nuevas posibilidades, nuevos mundos, a penas ha variado. Ese espíritu de constante evolución humana, tan práctica para el reto de muchos directivos: crear, innovar y descubrir.

Pues bien, hasta el 20 de marzo podremos disfrutar de los retos, fracasos y, sobre todo, éxitos de uno de los maestros más importantes de nuestra historia. Todo ello, en una sesión teatral de lo más entretenida, fascinante y con la que no dejaremos de aprender.

En 1939, el dramaturgo Bertolt Brecht presentó La vida de Galileo, obra que ahora Ernesto Caballero ha recogido para adaptarla a la escena española. Ambientada en 1609, esta producción se centra en los últimos años de vida del científico italiano. Galileo vive en Florencia junto a su hija Virginia mientras tutela y trasmite parte de sus conocimientos al hijo de su casera, Andrea. Una vez hechos públicos sus descubrimientos sobre el sistema solar, la Inquisición le detiene por herejía. Bajo condena de muerte, Galileo renuncia a propagar su tesis. Pero cuando es visitado en prisión por su discípulo Andrea, el matemático le pide que difunda sus palabras más allá de las fronteras italianas.

 


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