La moneda para tus transacciones se llama atención
Llevamos años escuchando la misma frase: «mucha información desinforma». Lo mismo ocurre cuando nos encontramos ante una saturación excesiva de productos cuya calidad resulta difícil de comprobar.
A lo largo de la historia, la moneda de cambio ha ido variando en función a los nuevos avances del ser humano. Normalmente se trata de objetos físicos, fáciles de medir. Pero, ¿qué ocurre cuando es un valor intangible con el que vendes tus productos? Esto tampoco es nuevo. En el momento en el que interactúan dos o más personas, existen infinidad de intercambios intangibles.
Bajo la perspectiva actual, las tecnologías de la información constituyen por sí mismas el avance por excelencia de nuestra era. Demasiados datos para tan poco tiempo. Ese es el lema. Pues bien, hace algún tiempo lleva dando vueltas en este mar de datos, el concepto de ‘economía de la atención’ como moneda de cambio en el mundo de los negocios. Y es que cuando se trata de contenido no se pide dinero, sino atención.
Autores como M.H. Goldhaber y G. de Franck incluso llegan a afirmar que las transacciones de atención sustituirían a las transacciones financieras como foco de nuestro sistema económico.
Uno de los libros que explica precisamente cómo funciona este tipo de economía —a la que casi estamos acostumbrados pero no nos damos demasiada cuenta— es el de Thomas H. Davenport y J. C. Beck, “The Attention Economy: Understanding the New Currency of Business” (2001). En él, ambos autores explican cómo, por qué y para que la gran cantidad de información existente hace que la atención sea el recurso más escaso, incluso más que el talento o la tecnología. Este concepto, aplicado a la empresa, refuerza aún más su significado.
Las compañías son cada vez más gestoras de información, trabajan con grandes volúmenes de datos que a diario son analizados. Ese estudio supone un coste: el tiempo. Y por alusión, dinero. De hecho, la cantidad y calidad de atención con la que se preste a la información que rodea nuestro negocio, puede ser clave para el éxito o el fracaso del mismo. Por este motivo, las tecnologías aplicadas a la productividad y gestión del big data toman un mayor papel protagonista, dentro de las actuales oportunidades de negocio. Además, los costes de creación de información digital, así como de su reproducción y distribución, son casi nulos en el actual sistema de nuevos medios digitales e Internet.
Esto nos lleva a pensar en la explosión de las redes sociales. Esa necesidad de estar conectados recrea nuestra hambre por estar conectados permanentemente. Lo que otorga un enorme poder a la economía de la atención. Es tal esta condensación de satos, que se llega a hablar de contaminación de la información. Por ello, cada vez más personas necesitan respirar aire fresco y huyen a lugares donde ni siquiera su móvil tenga cobertura.
La economía de la atención lleva varios años desarrollándose. Una vez se ha instalado en nuestro día a día, ahora el desafío está en diseñar nuevas formas de interacción, distribución e intercambio de atención. Al fin y al cabo, desde que el comercio existe, todos los negocios quieren captar atención de sus potenciales clientes. En la actualidad, la diferencia dentro de la gran economía de la atención —sustentada por el big data— radica en la inmediatez y personalización del contenido por el que se reclama esa atención. Claro está, que la cosa se complica cuando se quiere convertir la atención en valor económico.
El reto de las empresas sigue siendo el de fidelizar al cliente a medida que vayamos llamando más y más su atención. De este modo, ganaremos el derecho de propiedad de su atención.