Disfruten de la presentación
En el mundo del cine se dice que con un mal guion es imposible hacer una buena película. Es más frecuente encontrarse con buenos trabajos en dirección que rescaten guiones flojos, que buenos guiones de películas mal dirigidas. Pues bien, en el contexto de los negocios y las presentaciones esto no pasa. La idea puede ser todo lo buena que sea, pero si no la presentamos bien a nuestra audiencia, será tachada de simplona y mediocre. Las excepciones son muy brillantes y por lo general, no les hace falta ni presentarse.
Cuando nos planteamos dar a conocer un producto o servicio nuevo, una idea de negocio o cualquier aspecto pertinente de nuestra corporación que puede tener un interés para nuestro público, es esencial que sepamos antes la mejor forma para preparar la exposición. Puede ser que seas un experto hablando en público, pero también es probable que con el tiempo hayas ido adquiriendo unos hábitos que únicamente lo aprecien tus oyentes y no tú mismo. Por eso, es pertinente destacar brevemente cuáles son las claves que diferencian una presentación mediocre y fácilmente olvidadiza, de otra de éxito, de esas que comentas con los demás y de las que te acuerdas durante un largo tiempo.
Para empezar, hay que saber aplicar la inteligencia emocional como ocurre en casi todos los aspectos de la vida. Confianza y seguridad en uno mismo es primordial si queremos presentarnos ante un gran público –lo mismo ocurre si nuestra audiencia no pasa de cinco personas. Estos dos valores incondicionales del profesional exitoso se cultivan. ¿Cómo? Preparando muy bien las cosas. El esfuerzo es la base de todo lo que queramos convertir en oro. Para ello, es importante fijar bien el propósito de tu presentación y no salirse del rail. ¿Qué es lo que quieres conseguir con ella? Una vez le des respuesta, viene todo lo demás. Decide cómo transmitir ese mensaje. El tipo de discurso que utilizarás, el estilo y cómo te vas a dirigir a tu audiencia.
Una vez tengas claros estos puntos, hay ciertas claves que no suelen fallar para terminar en la memoria de tu público. Practica el contacto visual, pero hazlo de forma sincera. Es decir, no veas gente, mírales y háblales a cada uno de ellos, no a la masa. En este contexto se aprecia, como en muchos otros, se aprecia gratamente la transparencia. Si tú estás cómodo, es más fácil que los demás también lo estén. La emoción se contagia. Así funcionamos los humanos. Nos dejamos llevar por las sensaciones de otras personas –sobre todo si son positivas. Está comprobado que en un intento por parecernos y empatizar los unos con los otros nos dejamos contagiar emocional, muy en sintonía con el ‘efecto Pigmalión’.
Durante la presentación, utiliza frases cortas y pausadas. Modela tu voz para aplicar diferentes niveles en el tono. Evita excesivos movimientos. Otra de las cosas que suele funcionar y que entra en ese apartado relacionado con el subconsciente, es cuidar que nuestras manos y pulgares se mantengan a la vista. Una técnica que ayuda a resultar nuestra honestidad y transparencia.
Uno de los grandes expertos de la historia de las presentaciones era Steve Jobs. El creador de la compañía de la manzana mordida decía siempre que cuando uno se prepara una exposición debe hacerlo como si de ella dependiera ganar un billón de dólares. De este modo te dejarás todo tu sudor por hacer que resulte lo más atractiva y eficiente posible.
Emplea la conocida técnica del storytelling. No te dediques a definir conceptos. Cuenta una historia y céntrate en las emociones del público, dejando a un lado la necesidad empresarial. Trata de que parezca más una charla con un amigo. Todos somos personas, y por lo general, todos disfrutamos con nuestros amigos. Una opción puede ser la de contar anécdotas personales o casos verdaderamente reales. Y si no son ciertos, créetelos y haz que lo parezca. En cierto modo, cuando uno realiza una presentación se convierte en todo un cómico de la escenografía. Y es que el fin más importante de cualquier exposición es conseguir que el público no crea que está perdiendo el tiempo. No se lo robemos.
Recuerda: ‘menos es más’. El estilo minimalista es fundamental. Si quieres que el público preste atención a tus palabras no les agobies de textos en los que no podrán centrarse. Ve al grano con tus visualizaciones. Obviamente, las fotografías y esquemas deben ser los grandes protagonistas de tu gran escena. Frases cortas. En este sentido, toma como referencia los 140 caracteres que permite Twitter.
Que no se te pase la regla de los 10 minutos. Se dice que el cerebro se cansa pasados 10 minutos, independientemente de la calidad del discurso. Por eso, para captar la atención y evitar las distracciones es importante hacer interrupciones cada 10 o 15 minutos. Puedes interrumpir lo que estás diciendo mostrando un vídeo o con la intervención de un invitado. Cambia completamente de discurso para contar una anécdota divertida, por ejemplo. De hecho, está estudiado que cuando se producen interrupciones, lo que se ha escuchado justo antes se queda retenido en nuestro cerebro. Muchos profesores también lo utilizan en sus clases. Puede resultar un contrasentido, pero por muy raro que nos parezca, cuando alguien entra en la sala e interrumpe lo que estamos contando, el público duele retener mejor eso último que le estamos exponiendo.
Y por último, deja a tu público con las ganas de más. Siembra el interés de tu próxima presentación. Dales a probar sólo un pedazo de este premio final. Una guinda que se merecen por haberte prestado atención durante este largo tiempo. Allá cada uno con su imaginación…