¿Cuándo una ‘start-up’ pasa a ser empresa?


A menudo comentamos los rasgos, cualidades, restos y soluciones con los que cuenta una start-up en su lanzamiento. Su entorno sectorial, el mercado en el que se mueve o el riesgo de sus inversiones también suelen ser temas recurrentes para multitud de publicaciones. Un emprendedor tiene la opción de dejarse aconsejar por un abanico de asesores en el despegue de su empresa. Pero ¿y cuando el proyecto ya se ha lanzado y lleva tiempo orbitando? Es el momento de saber si su pequeña start-up ya es adulta. ¿Cuándo nos podemos dar cuenta de que se ha convertido en toda una empresa? Cuando se demuestra que es viable su modelo de negocio.

Se dice que el umbral por el que se mide la consolidación o evolución de una compañía es de cinco años. Si se sobrevive a ese periodo se puede afirmar que el proyecto es sólido y dispone de cierta estabilidad. Cincuenta de cada cien nuevas pequeñas y medianas empresas supera este listón y solo una de cada cien, en el caso de las start-ups tecnológicas, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Además, si en dos años no se hacen clientes con velocidad, es mejor o cambiar de estrategia o cambiar de negocio. Los datos aportados por Spain Startup, aseguran que tan sólo uno de cada diez empresas sigue funcionando pasados tres años.

Los motivos de esta conclusión pueden ser múltiples; empezando por la excesiva competencia y terminando por la falta de financiación. Una de las trampas en las que habitualmente caen algunas start-ups es la imitación de modelos de negocio con éxito. Esto puede ser un grave problema cuando ese sistema que funcionó en el pasado o dirigido a un determinado target, en la realidad de la start-up no se adapta con su público objetivo.

Por eso resulta tan primordial la elaboración de un buen plan de negocio. «Poner un proyecto de Internet en marcha es barato y fácil. Convertirlo en empresa requiere tener un buen plan de negocio y ejecutarlo con la proa puesta en la obtención de clientes de pago. Eso es lo prioritario para validar la idea, y no levantar mucho dinero, la obsesión de la mayoría de los emprendedores», asegura Iñaki Ortega, director de Deusto Business School, en declaraciones recogidas por El País.

En el plan de negocio deben desarrollarse tres principios básicos. Resulta obvio el de trabajar con un producto o servicio que puede liderar un saturado mercado; menos obvio pero de igual importancia es el de ser flexible, capaz de adaptarse al cambio y tener un cierto colchón para afrontar imprevistos; y contar con un importante líder capaz de atraer talento. Al fin y al cabo la pequeña empresa en sí misma será la formada por un grupo de personas que le darán vida al negocio. Ese es uno de los atributos con los que una start-up consolida su cultura empresarial y responsabilidad social. Será el significado puro de la compañía. No sólo es importante que los empleados tengan habilidades y conocimientos del mercado en el que van a operar, además resulta fundamental que sientan prácticamente como suya la empresa. Que sepan asumir riesgos y responsabilidades y que también se adapten a la filosofía y el estilo de la start-up.

Otras cualidades con las que debe contar una start-up con éxito es la comunicación fluida con los clientes, elaborar un buen plan de marketing que de a conocer el esfuerzo diario, e ir un paso por delante a los contratiempos venideros.

«Formamos un comité de dirección para tomar decisiones y escudriñamos el mercado español y el europeo para anticipar sus necesidades de forma constante. Cada novedad va acompañada de un plan de negocio y, si no cumple expectativas, la dejamos. Decidimos muy rápido y esta forma de timonear es la clave del crecimiento», señala Luis Belaúnde, socio fundador de Telecoming.

El sector sanitario es uno de los ámbitos donde más despliegue de start-ups tecnológicas están surgiendo. Según estimaciones de IDC, para el año 2018 el 65% de las interacciones entre los ciudadanos y las organizaciones sanitarias se realizará a través de dispositivos móviles. Ese mismo año, siete de cada diez instituciones, como hospitales o aseguradoras, contarán con sus propias aplicacionesy tecnologías para monitorizar el estado de salud de sus pacientes.

Resulta el paso más complicado, pero cuando una start-up se convierte en empresa ya se puede hablar de éxito. Un triunfo que viene dado por diversos y complejos factores pero que hace que ese lanzamiento tenga un buen destino – por lo menos a medio o corto plazo.

 


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