¿Cómo será un CEO dentro de diez años?

Todos nos hemos preguntado alguna vez cómo seríamos dentro de cinco o diez años. El futuro es algo que nos pone en guardia más que preocuparnos. Nos inquieta pensar si tendremos todas la herramientas necesarias para superar cada obstáculo en el camino. Tanto en lo personal como en lo laboral, nuestra transformación nos crea dudas. Y eso es inevitable.
Antes de saber cómo serás el día de mañana, primero hay que conocer bien nuestro presente. Globalización, irrupción digital, incertidumbre geopolítica y renovación constante de conocimientos y habilidades son los mayores desafíos a los que se enfrenta un directivo hoy día. ¿Cuáles de ellos cambiarán o persistirán en el tiempo? Hay que tener en cuenta que todo se transforma, de una forma u otra la vida es un constante cambio. Sino, no es vida.
En el Comité Harvard-IESE se puso sobre la mesa este tema tan inquietante para muchos directivos de grandes empresas. Según los allí reunidos – profesores de Harvard e IESE -, entre los miles de retos que aguardan al CEO del futuro se seguirá dando la máxima prioridad a la conocida internacionalización de los negocios, la interculturalidad, la gobernanza y el riesgo.
Global, global y global. El directivo cada vez se tiene que mezclar más con el resto del mundo, formando sinergías que rompan todo lo posible las fronteras más legalizadas. Son muchos los factores que afectan a este concepto de globalización. Cada vez más y en un mayor número de sectores, la empresa globalizada tiene que estar en constante lucha para ir abriendo puertas. Para ello, deberá tener en cuenta la deslocalización, la subcontratación, las inversiones en el exterior o la gestión de múltiples filiales. Todos ellos factores que no podemos olvidar hoy día, pero que en el futuro serán las piezas claves del negocio. La fluctuación de los impuestos, así como los riesgos por el cambio de divisas, difícilmente nos los quitaremos de encima.
Para que la globalización funcione adecuadamente, todo tiene que estar bien comunicado y adaptado. Y es que estas cuestiones deben preocupar especialmente a las políticas gubernamentales. La cooperación entre ambas partes, es fundamental para que el mundo globalizado dé los pasos correctos y no encuentre barreras que sortear. Por ello, el CEO debe participar de las transformaciones, siendo directamente el peón que trabaje al final con la regulación laboral determinada.
Hacer frente a la competitividad sólo se consigue arriesgando e innovando. Ya sea creando o cambiando. Lo diferente tiene ese apreciado don porque al nacer nadie lo había creado antes y eso es lo que le aporta ese valor extra que culmina en el éxito. Por eso, la tendencia se centrará en la mayor competitividad, sumado a un plus de riesgo y creatividad. El directivo ejecutivo del futuro tendrá que abordar el riesgo, como uno de los núcleos de la empresa, en primera persona.
Tema por sí sólo es la irrupción de las múltiples tecnologías que ya hoy nos invaden cada día. La irrupción de lo digital está a la orden del día. El conocimiento de todas la posibilidades tecnológicas es constante. Cada vez más hay que actualizarse con las novedades del momento. Y eso requiere para el CEO del futuro una dedicación exclusiva para el desarrollo de su negocio. Un desafío que no afectará tanto a los nativos digitales pero sí a una población cada vez más envejecida.
En definitiva, el directivo del futuro deberá priorizar la sensibilidad cultural y esto significa respetar la distintas formas de trabajo que vayan surgiendo en su equipo, teniendo en cuenta la cada vez más desarrollada deslocalización laboral.